A quién corresponda
Le escribo desde el frente de Munich, escuadrilla número 26 de la Luftwaffe. Quería trasladarles una observación que compartimos tanto yo como el grueso de mis compañeros, a excepción del perturbado Cabo Hellwer.
Cuando fuimos destinados a este lugar se nos prometió que tendríamos la posibilidad de pilotar un avión. Ingenuos de nosotros, pensábamos que se referían a que contaríamos con un avión por piloto, y no uno solo para el total de la escuadrilla. Todos coincidimos en que el número de aviones en insuficiente, excepto Hellwer, que aparentemente se muestra divertido y no para de animarnos a montar en él todos juntos. La opinión oficial de la escuadrilla es que no contamos con los recursos suficientes para defender la ciudad con garantías, ya que la aviación aliada nos supera en número, y cada vez más a nivel moral.
Necesitamos una solución, y le ruego que nos la proporcione si no quiere sucumbir a la invasión aliada.
A la espera de más noticias y más aviones, se despide
Capitán Wolfgang Killegard.
Estimado Capitán Killegard
Vaya por delante que su reacción no nos sorprende, pero lamentamos comunicar que no vamos a poder surtirles de más aviones, al menos de momento.
Pese a todo, debe tener presente que nuestras armas no se limitan a las físicas. Las más poderosas son nuestra unión y el miedo que infligimos a nuestros enemigos. Le sugerimos que siga el consejo de Hellwer y se unan en la cabina para así multiplicar los efectos de ese único avión; o bien se paseen por la ciudad con los brazos en cruz haciendo el ruido de un motor.
En el caso de optar por esta idea, les instamos a que el piloto del avión real sea elegido por sorteo, porque por votación sería democracia y por tanto una grave afrenta al ideario nacionalsocialista.
Suerte en la batalla, camarada
Coronel Julius Caser
Estimado Coronel Caser
Lamento informar al mando de que hemos perdido a la mitad de nuestros hombres.
Al recibir su carta, nos inclinamos por la segunda idea, ya que llegamos a la conclusión de que estando todos en cabina no haríamos más que multiplicar el problema.
Lo que ha ocurrido es que el elegido por sorteo fue el Cabo Hellwer, y, cómo traté de transmitirle en mi primera misiva, el Cabo Hellwer está completamente fuera de sus cabales en este momento. Decidió de manera unilateral que, a pesar de todo, debíamos mantenernos juntos y condujo el aparato por detrás de los hombres que con virilidad y gallardía hacían el avioncito por la ciudad, mutilando y asesinando a varios de sus compañeros, a algún que otro civil y a un gato callejero con un ligero parecido con el Fuhrer.
Necesitamos saber si esta es razón suficiente para tratarle como traidor a la patria y ejecutarlo, y también necesitamos nuevas respuestas a cuenta de la escasez de aparatos.
Cada vez menos seguro de la victoria final, se despide
Capitán Wolfgang Killegard
Estimado Killegard
Deduzco que, a raíz de la muerte de varios de sus compañeros de escuadrilla, ahora son ustedes muchos menos. Supongo entonces que ahora será más fácil compartir el espacio en cabina. Sea optimista, por favor. No contribuya a rebajar los ánimos de la tropa.
Suerte en la batalla, camarada
Coronel Julius Caser
Apreciado Caser
Hemos seguido sus nuevas órdenes y ayer efectuamos una ofensiva manteniéndonos unidos en el interior de la cabina, a excepción de Hellwer, que se obsesionó con el olor de nuestros compañeros y decidió volar agarrado a una de las alas.
Como supondrá, el Cabo Hellwer ha muerto. Al alcanzar la máxima velocidad, que tampoco fue demasiada debido al peso del aparato, Hellwer cayó desde lo alto, con la suerte de que aterrizó en un polvorín enemigo y a diezmado en gran número sus filas.
Pese a todo, la opinión generalizada es que necesitamos más aviones. Si Hellwer ha tenido razón en algo durante su vida ha sido en que el olor de la cabina era irrespirable. De hecho, dos compañeros más han muerto debido a él.
Contando con su ayuda para salvar Munich, se despide
Capitán Wolfgang Killegard
Killegard
En vista de sus quejas, me puse en contacto con el mismísimo Führer para trasladarle su miedo a perder la ciudad de Munich.
Le escribo esta carta desde el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Al parecer, al Führer no le gustan las malas noticias, ni tampoco los que las trasladan.
Quiero que sepa que mi último pensamiento antes de morir ahogado por el gas será para usted, y no será bueno. En el caso de que usted y yo nos encontremos en el infierno, tenga por seguro que trataré de convertir su estancia allí en algo tan horrible que la propia palabra infierno no le sea suficiente para definirlo.
Suerte en la batalla, camarada
Coronel Julius Caser
A quién corresponda
Vaya por delante que el problema que le voy a exponer es cada vez menor, pero no por eso deja de ser un problema. El caso es que, como ya dije al ahora fallecido Coronel Caser, andamos un poco escasos de aviones en la escuadrilla número 26. De hecho, solo tenemos uno.
Si digo que el problema es cada vez menor es porque los camaradas, ya sea por el olor en cabina o por discusiones en su interior, no dejan de morir a pasos agigantados. Si seguimos en este camino, puede que pronto con un avión sea suficiente, pero no me parecen maneras.
A la espera de noticias y más aviones, se despide
Capitán Wolfgang Killegard.
¡Capitán Killegard!
Al habla el Führer.
Le escribo para transmitirle que los ideales nacionalsocialistas no comulgan con su actitud derrotista y quejica. Cuando yo luché en la Primera Guerra Mundial ni siquiera tenía un avión, y no por eso me quejaba.
Le exijo que si no quiere ser considerado un traidor a la patria ocupen entre usted y todos sus compañeros la cabina para así contar con un solo avión, pero tremendamente fuerte, o bien corran por la ciudad con los brazos extendidos y haciendo ruiditos de motor. De hecho, me sorprende que un capitán como usted no haya llegado ya a esa conclusión.
Un Capitán Nacionalsocialista no puede permitirse dudas en batalla. Tendrá que decidir entre sus condición de Capitán o su condición de dudador.
Espabile, hombre
Adolf Hitler
Estimado señor Hitler
El problema ha desaparecido. Anoche tuvimos un accidente en el avión y fallecieron todos mis compañeros menos yo, que por el olor de la cabina me había inclinado por la opción de hacer el avioncito.
Ahora tengo otro problema, y es que he sido capturado. Debo informarle de que, a pesar de ello, seguí su consejo y abandoné mi actitud derrotista. Lamentablemente para sus intereses, eso me llevó a pedir un avión y un puesto de piloto a nuestros enemigos.
El resultado es que ya no lo son. Mañana parto en ofensiva a Berlín con otros 200 aparatos aliados. Tengo la ligera impresión de que nos encontraremos allí y podré exponerle mi teoría sobre la inversión que destinaba usted a nuestra cuadrilla 26 de la Luftwaffe.
Cuando llegue al infierno, déle recuerdos al Coronel Julius Caser de parte de
Capitán Wolfgang Killegard